A TODOS LOS ABUELOS Y ABUELAS
Hace unos años, en un boletín mensual que editábamos desde la Concejalía, hacíamos un homenaje a los abuelos y abuelas coincidiendo con la festividad de San Isidro y de las tradiciones en nuestra comunidad.
En aquel tiempo escribíamos cómo les veíamos cada día acompañar a los más pequeños al colegio, a la escuela infantil, como les vigilaban en el parque, les acogían en las jornadas de vacaciones escolares, corrían con ellos a las actividades extraescolares, les cuidaban cuando enfermaban…
Igualmente, señalábamos la necesidad de respetar el tempo de los abuelos y abuelas para que pudieran relacionarse, participar de la vida social y de las múltiples actividades que se les ofrecían y que en estos momentos de sus vidas podían disfrutar.
Nadie imaginaba que ese escenario se vería absolutamente desmontado, suspendiendo todo marco de relación física y aislándonos, cada uno entre sus cuatro paredes y con los temores de enfermar rondando nuestras vidas.
Esta soledad impuesta como una condena que han vivido nuestros abuelos y abuelas es uno de los aspectos más dolorosos que la pandemia les ha traído.
Los deseos de abrazar a los nietos y nietas, de recibir sus visitas, las esperas de esas videollamadas, o simplemente una voz al otro lado del móvil, han sido sin duda una motivación para seguir esperando, para no dejarse vencer por este virus, un bálsamo para superar tanto tiempo sin alimentar la ilusión renovada que son los nietos.
Esa ha sido una realidad, pero también se ha dado otra: la de los abuelos y abuelas que han tenido que ocuparse de sus nietos y nietas aunque el virus seguía arrebatándonos muchas vidas.
Para ellos no había otra opción, a pesar de los riesgos. Los padres y madres debían seguir trabajando .La conciliación obligaba. Había que comer.
Y por temor a contagios, algunas familias han crecido y los abuelos y abuelas no han podido conocer a los recién llegados.
Y algunos, tras cuidar a sus nietos y nietas han reducido su vida social, ya limitada por la Covid. Temían contagiar o ser contagiados y dejar de ser una ayuda.
Y los niños y niñas volvieron al colegio pero no podían ir a casa de los abuelos…
Y…. muchas más historias vividas.
Por estas y por otras razones, que no cabrían nunca en unas líneas escritas, queremos mandar un abrazo a todos los abuelos y abuelas, a los que siguen entre nosotros y a los que se han ido, porque como alguien dijo alguna vez, solo se muere cuando ya no hay nadie que te recuerde, y nosotros les vamos a recordar siempre.